A Alfredo Landa se le hizo justicia, y ayer radios y televisiones le dedicaron programas especiales y ensalzaron su calidad humana y como actor. Todo el mundo habló del landismo como su género y de cómo supo, sin negar nunca esa parte de su carrera, subir a las élites con papeles de todo tipo. Ayer, en el funeral, este recorrido de aplausos seguía igual. Así, José Luis Garci, uno de los directores con los que más trabajó, dijo: «Hicimos siete películas juntos, pero eso no era lo que nos unía». Recordó que el actor se definía a sí mismo como un «todoterreno», a lo que él le añadió: «... Pero con motor de Rolls-Royce». El director afirmó que su relación con Landa era otra cosa, «éramos familia, por así decirlo».

«Hoy estamos todos sobrecogidos y tristes, porque Alfredo tenía mucha vitalidad y mucha energía; esto ha sido un poco largo, creo que los problemas empezaron cuando rodábamos "Ninet y un señor de Murcia", que hubo que sustituirle, pero remontó y siguió haciendo cine. Al final, no ha podido», matizó.

Los restos mortales de Alfredo Landa, fallecido anteayer en Madrid a los 80 años, fueron incinerados después de un pequeño responso, con la discreción de sus allegados y el respeto de cientos de periodistas.

Su hijo Alfredo, un hombre quebrado por el llanto asombrosamente parecido a su padre, pero más alto, recibía abrazos que en muchos casos se demoraban minutos, mientras sus hermanas, Idoia y Ainoa, sujetaban a su madre, Maite, de tanto en tanto, tomándola de la mano. Y con ellos Garci, que no se separó, acompañándolos hasta el momento de despedir el féretro, con los restos mortales camino de la incineradora en el cementerio de Santa Ana de la localidad madrileña de Colmenar Viejo.

Una despedida estrictamente íntima con breve ceremonia religiosa, frente a la selva de cámaras y micrófonos, que, respetuosamente, se mantenían al margen al otro lado de la verja del cementerio. Pocos o ningún dato podían intercambiar los periodistas, ante el mutismo general sobre la enfermedad de Alfredo, de sus últimos días en la residencia (sólo unas flores lo atestiguaban) ni de sus datos familiares más íntimos. Mensajes en las decenas de ramos y coronas de flores que despedían al actor; algunas, como la llegada desde Arróniz (Navarra), recordándole para siempre como «hijo predilecto»; la de Julio Iglesias, rosas rojas formando una cruz, enviando su cariño «para siempre», o las espectaculares coronas de Navarra, de la Comunidad de Madrid y de la Academia del Cine. Y el pésame y respeto de actores, actrices y el ministro Wert, informa la agencia «Efe».