LA VIDA CONTIGO

Qué fue de… Esperanza Roy, estrella de la revista y una de las actrices más completas del panorama nacional

La revista encumbrió a la antidiva madrileña, quien dignificó el género dotándolo de un singular gracejo nunca visto. Desde hace unos años disfruta de su ansiado retiro

La actriz Esperanza Roy en 2008.

La actriz Esperanza Roy en 2008. / ARCHIVO

La de Esperanza Roy es de las trayectorias más curiosas que uno puede encontrar en el panorama nacional. La madrileña, una niña de posguerra que aprendió a bailar en el conservatorio del número 26 de la calle Arenal (donde por cierto coincidió con Lina Morgan), dio sus primeros pasos profesionales en el ballet de la danesa Karen Taft con la obra musical A todo color. Trabajó varios años como bailarina y en 1959 fue contratada por un importante agente, Bermúdez, que le consiguió contratos para actuar en cabarets y casinos de Europa. Pero su obsesión por interpretar papeles truncó su fulgurante carrera como danzarina y la trajo de vuelta a España, donde se terminaría convirtiendo en una imponente vedette de revista

"Yo había visto revistas en París y en Londres, y había visto todo un despliegue de lujo de medios, de artistas de primera, y cuando vi cómo se montaban las revistas aquí, con cuatro perras y cuatro plumas, me quedé bastante decepcionada, claro. De todas formas, yo creo que fue entonces cuando aprendí a no tomarme nada a la tremenda, a reírme de todo, y de mí misma la primera, cosa que me ha servido de mucho en la vida", comentó una vez la actriz, quien preparó a conciencia su incursión en el mundo de la interpretación —además de leerse el teatro del Siglo de Oro, recibió clases de dicción y aprovechó cualquier oportunidad para adquirir tablas y aprender a moverse por un escenario—.

El cine llamaría a su puerta en 1968, cuando Elías Querejeta le pidió que interviniera en Si volvemos a vernos, dirigida por Francisco Regueiro, por cuya actuación ganó el premio San Jorge de Cinematografía a la mejor interpretación femenina. Desde ese momento Roy se ganó la admiración de la crítica y del público y fue encadenando proyectos en teatro, televisión y cine (donde durante años doblaron su particular voz). “Umbral le dedicó artículos elogiosos”, apuntó Jesús García Orts, autor de la biografía De Esperanza a Esperanza Roy. "Además, ella supo reírse del papel de la vedette. Había ironía en su puesta en escena. En el cine supo compaginar el comercial con el más arriesgado, como las películas Carne apaleada o Gusanos de seda que hizo en plena Transición. En la pantalla siguió el mismo patrón que en el teatro, donde pasaba de hacer una revista a interpretar un Lorca o una obra de Dario Fo”.

Esperanza Roy en 'Carne apaleada'.

Esperanza Roy en 'Carne apaleada'. / ARCHIVO

Pero además de versátil, la protagonista de aquel compendio de escenas de revistas populares titulado Por la calle de Alcalá demostró desde el principio ser una mujer comprometida y batalladora. El periodista Carlos Ferrando ha contado que el día de la mítica huelga de actores de 1975, que reivindicó en España la reducción de la jornada laboral para los intérpretes, los productores de la revista donde Roy trabajaba la obligaban a actuar, "alegando que el teatro estaba lleno. Ella quería secundar el paro sí o sí, y gritaba: 'Salgo a escena, enseño mis tetas y pido a la gente que se solidarice con nosotros y se vaya. Yo pago las entradas que hay que devolver'. La función no se hizo. Así es ella".

Icono gay

Según sus allegados, la artista también fue siempre un icono gay. De hecho, llegó a transformar su camerino en el lugar donde muchas personas LGTBI podían ser realmente ellas mismas. "En los años sesenta, Esperanza trabajaba en el teatro Calderón con un reconocido actor, que tiene una hija actriz que ha hecho muchas series", relató García Orts. "El hombre era muy homófobo y, como siempre había un grupo de gais que acudía a ver a Esperanza, pidió que les prohibieran la entrada en el teatro. Cuando Esperanza se enteró, se negó a empezar una función, con todo lo que eso suponía, mientras no dejaran entrar a sus amigos. Estamos hablando de que hacía cosas así en una España muy cerrada, en plena dictadura. Esperanza ha sido la más maricona”.

Enseñar cacho frente a la cámara tampoco supuso un problema para la actriz, que se ha mantenido en la memoria colectiva como referente indiscutible del llamado cine de destape. “En la época del destape nos destapamos todas”, aseguró en una entrevista. “Fue como una fiebre de crecimiento que tuvimos que pasar, después de una represión tremenda, que nos tapaban los escotes y las piernas, que ya me dirás tú qué tienen unas piernas de bailarina de libidinoso”. Precisamente esas piernas enamoraron a muchos hombres, aunque la maestra del desparpajo tenía bastante claro que la prioridad de su vida era conseguir la independencia económica y sentirse realizada como profesional. 

Esperanza Roy antes de estrenar 'No estoy para nadie' en el teatro.

Esperanza Roy antes de estrenar 'No estoy para nadie' en el teatro. / SANTIAGO BARTOLOMÉ (ARCHIVO)

No en vano, con 18 años se echó un novio que se quería casar con ella y, cuando le dijo que nunca pasaría por el altar, el muchacho acudió a su suegra para decirle que su hija estaba loca y acabaría mal. Más tarde, estando en la cúspide de la revista, Roy se enamoró locamente de un señor, Manuel Lozano, que tuvo varios líos con la justicia y finalmente falleció en trágicas circunstancias. "Estuve 10años con un hombre que no era mi marido, pero al que yo tenía como tal”, contaría ella. “Sin estar casados, me parecía que lo estábamos. Cuando murió, para mí era como empezar de nuevo. Fue muy duro”.

Boda en el teatro

Mientras rodaba la comedia El insólito embarazo de los Martínez (1974), todo un éxito de taquilla, la actriz empezó a sentir mariposas en el estómago cada vez que veía a su director, Javier Aguirre, que en ese momento estaba casado con Enriqueta Carballeira y tenía tres hijos. Roy y el cineasta vasco, con el que rodaría ocho películas, acabaron protagonizando una historia de amor que en 1993, en plena gira teatral de Yo amo a Shirley Valentine, una obra que ella interpretaba y él dirigía, culminó en boda. “Somos tan opuestos que nos llevamos fatal”, bromeó él en una entrevista concedida tras el enlace. “La verdad es que siempre hemos sido muy felices. Dicen los entendidos que cuando dos personas difieren tanto en sus caracteres es cuando mejor pueden llevarse entre ellas. Esperanza se puede ahogar en un vaso de agua, por sus impaciencias, y yo soy mucho más tranquilo”.

Uno de los episodios más curiosos y comentados de su carrera se produjo cuando la actriz apareció revelando públicamente que Pedro Almodóvar, con el que mantenía una relación de amistad, la había contratado para encarnar a la diva Becky del Páramo en Tacones lejanos (1991). "Éste es el tercer guión de Pedro Almodóvar que revoluciono pero, ahora, ningún compromiso mío va a impedir que lo haga, pues tanto Laberinto de pasiones como ¿Qué he hecho yo para merecer esto? coincidieron con fechas del teatro y no pude trabajar con él”, explicó de forma espontánea Roy, que se llevó una gran decepción cuando, sin darle demasiadas explicaciones, el manchego optó por sustituirla por Marisa Paredes (se dice que se enfadó porque hizo público el rodaje antes que él).

Con más de 60 películas a la espalda, Roy ha tenido ocasión de rodar a las órdenes de grandes directores. Pero fue su marido quien supo sacar lo mejor de ella y, en sus propias palabras, le brindó las películas “más interesantes” de su carrera, como Vida/Perra (1982), un anticonvencional drama por el que fue galardonada con prestigiosos premios cinematográficos . “He representado papeles buenísimos, pero hay cosas distintas”, le confesó a Isabel Gemio. “Yo he tenido una forma de actuar que siempre he debido demostrar. No he contado con esa persona que me potenciara. Como aquí no hay cazatalentos, ni una empresa que se dedique a fomentar estrellas, he tenido que exponer mi carrera, demostrando en cada momento que podía hacerlo. Por un lado me ha venido bien, pues la mía ha sido una carrera ardua pero fascinante”.

En el año 2010, después de hacer la obra de teatro Tórtolas, crepúsculo y... telón de Francisco Nieva, la actriz se despidió de los escenarios y tomó la decisión de poner punto final a su carrera. Pasó entonces a vivir, algo que no había logrado hasta ese momento debido a sus constantes compromisos profesionales, y a disfrutar plenamente de la compañía de Aguirre, hasta que el susodicho falleció en diciembre de 2019, apenas unas semanas después de que su esposa y él recibieran la Medalla de Oro de la Academia de Cine. Ahora, a sus 87 años, cuenta a nuestro periódico García Orts, Roy “no echa de menos su profesión. Se dedica a dar paseos, acude a algún teatro para ver a sus compañeros y hace ejercicio físico. Está sensacional, con todas sus facultades físicas y mentales estupendas y una memoria prodigiosa”.