Este 9 de mayo se cumple una década del fallecimiento de uno de los grandes iconos del cine español, Alfredo Landa, inspirador del "landismo", caricatura burda del españolito medio, corto de sesera, reprimido sexualmente y carente de atractivo, que persigue suecas en calzoncillos.
Algo que a partir del éxito del filme No desearás al vecino del quinto le dio fama y dinero en la década de los 70, coincidiendo con el inicio del boom del destape. Tanto, que sumó gran parte de las 150 películas en las que intervino Alfredo Landa en su medio siglo de profesión, pues rodaba una media de siete al año. Españoladas como Las que tienen que servir, Soltera y madre en la vida, Manolo la nuit o Cateto a babor arrasaban en taquilla y para los productores, que se lo disputaban, era la gallina de los huevos de oro.
Pero el landismo encubría en realidad a un monstruo de la interpretación que se destapó en la década siguiente, logrando en 1984 nada menos que el premio al mejor actor en Cannes por su papel en Los Santos Inocentes, de Mario Camus. Era una adaptación de la novela de Delibes que retrataba la España rural en el franquismo, donde los amos eran los dueños de la vida de sus peones. Siguieron otros notables trabajos con directores como Garci en El Crack y Las verdes praderas, Borau en Tata Mía o El bosque animado y La Marrana con José Luis Cuerda, por los que Landa obtuvo sendos Goyas al mejor actor. Además de la Medalla de Oro de Bellas Artes, y el Príncipe de Viana de la cultura que le entregó Don Felipe, entre otros muchos premios, que culminaron con el Goya de Honor a su trayectoria tras su retirada en 2007. Al recogerlo, pese a tener preparado el discurso, se quedó en blanco y fue incapaz de emitir palabra, así que su familia, asustada, le llevó al neurólogo, que le diagnosticó estrés por "demasiadas emociones en poco tiempo".
Alfredo Landa Areta nació en Pamplona el 3 de marzo de 1933, pero cuando tenía 12 años su padre, capitán de la Guardia Civil, fue trasladado a San Sebastián, donde trascurrió su adolescencia e inició la carrera de Derecho, que abandonó después para dedicarse a la interpretación. Fue uno de los fundadores del Teatro Español Universitario donostiarra, en el que representó más de 40 obras en un lustro y conoció a su mujer, Maite Imaz Aramendi, la madre de sus tres hijos, Ainhoa, Alfredo e Idoia.
Ella fue el "amor de su vida" y a diferencia de los salidos personajes que encarnó en el cine, jamás le fue infiel. " Mi mejor premio ha sido mi mujer, es mi ángel, no la cambio por nada", confesó. Oportunidades no le faltaron, incluso como relata en sus memorias, le tiró los tejos una sueca de verdad, la actriz Ingrid Thulin. Fue durante el rodaje de Un diablo bajo la almohada cuando ella se le insinuó sexualmente, pero la cosa no paso de un leve escarceo platónico, porque Landa la rechazó. Hasta en eso era singular el actor que, como buen norteño, era un hombre de valores inalterables y poco usuales dentro del artisteo, pues además de marido fiel, era de derechas y muy católico, tanto que no faltaba a misa y tenía muy presente a Dios, al que apodaba "Manolo" .
Tras su jubilación, motivada por haber perdido la ilusión por su profesión y por el cáncer de colon que padecía, soñaba poder disfrutar de una vida tranquila junto a su familia, pero dos años después, en 2009 sufrió un ictus que le dejó en silla de ruedas y acabó sus días ingresado en una residencia, donde falleció el 9 de mayo de 2013, con 80 años.
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