JENARO EL DE LOS 14

Para vuelco en las costumbres, la del juego. Hoy mismo, con la final del Mundial, serán multitud aquellos que se arriesguen de forma online y presencial para cobrar los 1,9 euros por cada euro apostado si triunfa el equipo galo frente a los 4,5 euros a los que se cotiza una victoria de Croacia. Y, si al envite mundialista quieres añadirle verdadera emoción, puedes confiar en el Kairat, equipo que se paga a 10 euros si hoy gana al Zhetysu en la premier league de Kazajistán.

Y, en cambio, que pasaba en los ochenta. Un erial. Los únicos casinos que conocíamos eran los de las películas de James Bond, y, si exceptuamos, a los puntos del frontón, el mundo del burle se limitaba a las Quinielas y las tragaperras, junto con algún ave fénix como el “rasque plata y gane oro” del boleto instantáneo. Si ya lo decía Ramoncín en su último hispavox: «Estoy jugando en la calle, / mi carta no va a salir. / Esto es un burle de Metro. / Dos talegos por mil»

Aunque sólo han pasado treinta ańos, mentalmente estamos en las antípodas. Del glamour de las salas de bingo coronadas con inmensas lámparas de pedrería fina, hemos pasado a los locales de apuestas a pie de calle, donde que se apilan máquinas y lobos solitarios, que siguen a tiempo real en distintos monitores, la final de la liga de Montenegro y el desenlace del play off del campeonato patrio de Water Polo.

Solo se mantiene imperecedera la lotería de navidad, representada por su ángel custodio nacional, Doña Manolita, expidiendo boletos con derecho de pernada sobre los sueños. Aunque haya que esperar serpenteando en algo tan español como la cola.

En los ochenta, ellos orillaban las siestas vespertinas del verano, las que buscan escabullirse de “la caló”, naipeando, normalmente al tute o al mus. No había nada más grande que jugarse los cuartos rodeados de amigos. En cambio, hoy, a don Heraclio Fournier su propietario, una corporación anglosajona con nombre de pivot americano, le anda buscando dueño, la forma más deshonrosa de decorarle a tiros la baraja.

El intríngulis está, tal y como tantas veces hemos comentado en este blog en que ya nadie quiere esperar a que las cosas ocurran. Nos han endosado un tocomocho. El de lo instantáneo, el de lo efímero. La juventud se ha decantado, en bloque, hacia las apuestas deportivas, hacia el Internet. Menos inversión y una sacudida de adrenalina más centelleante.

A partir de aquí se explica todo. Es imposible que nadie se aplique a la liturgia de rellenar un boleto de lotería entre semana, seguir pacientemente muna interminable jornada de liga que empieza el viernes y acaba el lunes, y preocuparse en estudiar el jeroglífico de las múltiples del reverso del boleto de la quiniela.

Lo que nadie se percata, es que, cada vez que cae una costumbre, se pierde una parte del acervo cultural de un país. Desaparece esa institución que era la peña quinielistica donde, durante lustros, se agrupaban, con más fuerza que muchos matrimonios , personajes de todas las edades confiando en el saber cabalístico del cabecilla, o simplemente en su buena suerte. Se evapora el lotero de barrio, que cada vez tiene más problemas para subsistir. Y todo eso supone, dentellada a dentellada, que las relaciones humanas se van menoscabando, que el apostar por internet o en una máquina, no requiere circunloquios.

Y esto se acaba, chavales. La cuidad ha dejado de burlar. Una sota marcada nos ha ganado la timba. Lo que más me fastidia es que, en unos años, nadie entenderá esa pieza maestra del celuloide protagonizado por el inolvidable Alfredo Landa que es “Jenaro el de los 14”


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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