Cine

Adiós a José Luis López Vázquez

  • Tuvo carrera longeva que le llevó a ser conocido por varias generaciones de españoles, que lo adoptaron como algo suyo

José Luis López Vázquez es de estas figuras que cuando desaparecen se llevan consigo mucho más que su propia presencia. Era un icono de una determinada época del cine español, denostado pero que sigue arrasando en sus pases televisivos, como bien sabe el incombustible programa Cine de barrio. Gozó también de una carrera longeva que le llevó a ser conocido por varias generaciones de españoles, que lo habían adoptado como algo suyo. De todos modos sus últimos años fueron más bien tristes en lo cinematográfico, pues ningún joven director le daba papeles adecuados a su talento, apareciendo episódicamente en algunos títulos. Se refugió en el teatro, donde su anciana y digna presencia alumbró la reposición de uno de sus mayores éxitos, Cena para dos, y Tres hombres y un destino, donde coincidió en un irrepetible reparto de veteranos con Manuel Alexandre y Agustín González.

Tal vez le faltará un Santiago Segura que lo relazanse igual que el “amiguete” hizo con Tony Leblanc. Parecía imposible pensar esto cuando en su época de gloria llegó a rodar once filmes en un año. Junto con Alfredo Landa, se convirtió en la representación fílmica del españolito medio del desarrollismo de los 60, forzosamente industrializado aunque todavía se le notaba el pelo de la dehesa franquista y sorprendido ante los cambios que sufría el país. Es uno de los perseguidores de suecas oficiales de nuestro cine, pero su imagen daba para mucho más. Viendo aquellas viejas películas uno notaba una extraña tensión interior en sus interpretaciones, algo más profundo y casi siniestro. Landa, que por cierto acusó a López Vázquez en sus memorias de ser un robapapeles, era el ligón simpático y algo cazurro. El actor madrileño era como más sentido, cuando fracasaba en sus intentos quedaba más dolido y se barruntaba una fractura interior. Fue este carácter el que fue intuido por cineastas como Saura que empezaron a darle papeles más complejos que rompieron su estereotipo en los años 60. Hasta entonces había sido santo y seña de la comedia desarrollista de la década, en especial su parodiada hasta la saciedad pareja formada con Gracita Morales.

Pero antes de esto ya había demostrado con creces su talento. Era uno de esos secundarios irrepetibles del cine español, que dignificaban con su sola presencia muchos filmes. Ya habían contado con él Ferreri (El pisito) o Berlanga, con su inolvidable Quintanilla de Plácido entre otros papeles. Precisamente fue el director valenciano quien le dio su primer trabajo en cine en Novio a la vista, en 1951.  Había debutado en el escenario en 1940, con 18 años, buscando prosperar desde una familia humilde abandonada por su padre. Pero durante un tiempo se ganó la vida como figurinista y escenográfo. Hasta los años 60 siguió haciendo trabajos en este campo, incluyendo el logotipo de una de las estrellas de los programas culturales de la época, los Festivales de España. En 1946 inició su carrera en serio como actor. Es una lástima que estos actores de la postguerra vean como sus currículums minimizan sus carreras teatrales, pues algunas de ellas, comparadas con las cinematográficas, son impresionantes. En el caso de López Vázquez, sus trabajos escénicos incluyen textos entre otros de Lope de Vega, Arthur Miller, Buero Vallejo o Peter Shaffer. En cine se distinguen varios períodos. Hasta su atribulado inquilino de El pisito en 1958 fue un característico. Tras esto, empezó a coger personajes de más enjundia, como el Galindo de Atraco a las tres. Poco a poco se fue vinculando a la comedia desarrollista lo que le llevó a una curiosa esquizofrenia. A partir de 1967 la combinó con el cine más sesudo que se hacía en España después de que Saura lo eligiese como protagonista de Peppermint Frappé. Fue su mejor época, con La prima Angélica, Habla mudita y su impresionante trabajo en la siempre subvalorada Mi querida señorita. También encontró un hueco en la televisión de los últimos tiempos del franquismo, con la serie Este señor de negro y La cabina, la tv movie que traumatizó a una generación de españoles. Al mismo tiempo rodaba títulos como Zorrita Martínez o Lo verde empieza en los Pirineos. También, tras participar en Viajes con mi tía de George Cukor, tuvo ofertas de irse a Hollywood que rechazó.

Pero a partir de los 80, la carrera de López Vázquez en cine entra en decadencia. Al contrario que Alfredo Landa, no encontró su sitio en la nueva España de la democracia. Sólo Berlanga siguió contando con él, pero los nuevos directores empezaron a obviarlo, sin tener en cuenta su gran versatilidad. Parece que al final todos tenían más en mente al perseguidor de suecas que al actor de Saura y Armiñán. Apariciones cada vez más episódicas y volviendo a sus orígenes de secundario jalonan estos años, junto con la serie de los años 90 Los ladrones van a la oficina, auténtico canto del cisne de toda una generación. Sin embargo, como suele ocurrir, se sobrepusieron los homenajes y reconocimientos. Ahora queda ver como tratará la historia a José Luis López Vázquez, que supo unir en su persona siempre humilde el talento natural y el ser un icono reconocible.

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