La bailaora Olga Pericet en en una actuación en el Palacio de Viana. Foto: Toni Blanco.

La bata de cola en el baile flamenco actual

En estos años en los que el flamenco vive un auge y un gran reconocimiento a nivel internacional, la indumentaria en el baile flamenco está sufriendo no solo una evolución sino una transformación tal, que se está llegando casi a una desaparición completa de algunos de sus elementos, bien por la dificultad en su técnica y manejo, bien por comodidad ó por su elevado precio.

Es el caso de la bata de cola, esa gran desconocida para muchos “nuevos artistas”. Grandes maestras como Blanca del Rey, Merche Esmeralda o Matilde Coral, se convierten en las mayores defensoras de su uso. Esta última escribe “Tratado de la bata de cola”, procurando concienciar de su importancia y elegancia, a la misma vez que aconsejar en su manejo básico.

La bata de cola, de uso exclusivo de la mujer en términos estrictamente flamencos, es muy difícil de ver hoy en día, debido a la dificultad en su manejo, el coste que implica su corte y confección, y/o por su incompatibilidad con algunos estilos o escuelas de baile actuales, en los que la femineidad del baile de mujer pasa a un segundo plano, para dejar paso a unos movimientos y estructuras dancísticas propias del baile de hombre.

La bata de cola tampoco debe de usarse sin conocimiento, o de forma descuidada y  arbitraria, sino conociendo su trasfondo y origen, lo cual es necesario para llegar a entender su manejo y su uso, culminando en un cenit de grandeza y majestuosidad al compás del flamenco. Por ello intentaremos aclarar algunas de estas cuestiones; como son su origen y evolución a través de la historia.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII apareció, según algunos, la antecesora de la bata de cola flamenca, simplemente llamada bata de cola, que arrastraba en su parte trasera, gracias a unos pliegues en la espalda que daban el vuelo necesario; siendo estos ajustados al cuerpo por medios de cordones o cintas. Se confeccionaba en pequín (tejido labrado) de seda en tonos pastel, espolinado con delicados adornos florales. El cuerpo tenía el escote redondeado, y la manga de tres cuartos. Debajo asomaba la falda o brial con pequeñas tablas superiores que le proporcionaban el vuelo, y en los laterales presentaba dos pequeñas aberturas que se abrochaban por medio de cintas que permitían ocultar algún tipo de bolsillo interior o faldriquera. Sin embargo, en el último tercio del siglo XIX, eran más cortas que las actuales.

Se cuenta que la primera bata tal como la conocemos hoy, apareció en Granada, era de un largo especial y de percal blanco. Otros especialistas la consideran una adaptación del conocido traje princesa de la época.

Se dice que fue La Mejorana, la primera en llevarla en un escenario. Moreno Delgado escribió:

«La extraordinaria majeza que sabía darle a su bata de cola, ese aire especial y tan gaditano, cuando se arrancaba por alegrías producía verdadero alboroto entre los que la escuchaban. Ella misma se hacía son y se cantaba… Terminaba las alegrías, no como hoy, en bulerías, sino en el mismo estilo con que empezó, compases estos dificilísimos para concluir en este estilo de baile. Había que llegar muy temprano para poder coger un sitio, pues muchos se marchaban sin poderla ver».

De igual porte usando la bata de cola estaba La Macarrona, competidora o rival de La Mejorana. Fernando el de Triana escribió acerca de la destreza de esta gran bailaora:

«Cuando con su mantón de Manila y su bata de cola sale bailando y hace después de unos desplantes la parada en firme para entrar en falseta, queda la cola de su bata por detrás en matemática línea recta; y cuando en los diferentes pasos de dicha falseta tiene que dar una vuelta rápida con parada en firme, quedan sus pies suavemente reliados en la cola de su bata, semejando una preciosa escultura colocada sobre delicado pedestal”.

En el primer cuarto del siglo XX se impone la moda del uso de la bata de cola en los espectáculos, sobre todo a través del baile de Pastora Imperio y de Antonia Mercé. De esta época se conserva en la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera, una bata de cola que perteneció a “La Argentina”. En este periodo debido a la pesadez de los tejidos utilizados en su confección, requerían ser almidonadas y planchadas antes de salir al escenario. Por este mismo motivo, y a la dificultad en el manejo que proporcionaba su longitud, apareció el colín, que era una evolución de la bata de cola, ya que tenía el mismo corte pero con una longitud mucho menor, la cola apenas arrastraba detrás del cuerpo de la bailaora. La bata seguirá utilizándose hasta nuestros días, aligerándose en peso gracias a los tejidos utilizados (tergal y fibras sintéticas) y al acortamiento de la cola, sin llegar a ser colín.

Otorgándole a quien la usa, la categoría de “auténtica profesional” han sido muchas y grandes artistas las que se han enfundado en sus batas de cola para demostrarnos una elegancia única, y un manejo exclusivo de una gran talla profesional. Algunas de ellas han sido: Carmen Amaya, la cual bailaba la seguiriya con una bata blanca de un largo especial; Rosa Durán, cuya estampa de elegancia con la bata era única; Cristina Hoyos, a la que podemos ver bailar junto a Antonio Gades una seguiriya con bata blanca y castañuelas; Carmen Mora, combinaba a la perfección su reposo flamenco con el aire de su bata por alegrías, mientras le cantaba una jovencísima Carmen Linares; Matilde Coral, adornando sus alegrías con el revuelo de los volantes de su bata de cola…

Hoy por hoy, los bailes más ejecutados con bata de cola son las alegrías, la caña, o la seguiriya, aunque desgraciadamente son cada vez menos las ocasiones en las que se puede observar la majestuosidad que emana de la bata de cola en los escenarios. Objetivo de las jóvenes artistas del baile flamenco no solo debe ser  la innovación y la evolución de sus montajes coreográficos y espacios escénicos, sino la continuidad y perpetuidad de aquellos elementos tanto artísticos como materiales, que llevaron al flamenco a ser lo que es hoy.


Por Fátima Franco

Fátima Franco, bailaora de flamenco de CórdobaBailaora cordobesa miembro del Consejo Internacional de la Daza de la UNESCO y autora del libro “La indumentaria en el baile flamenco. Un recorrido histórico», galardonado con el Premio Internacional de investigación etnográfica del flamenco “Juan de la Plata” de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera.

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